El valor de las encuestas políticas, como casi todo en esta vida es relativo, aunque algunos las toman como verdades reveladas y las interiorizan hasta tal extremo que sus caras denotan alegría o tristeza dependiendo de los resultados de las mismas.
Las encuestas no son gratis, es más valen mucho dinero para lo que aportan que es saber lo que piensan los ciudadanos sobre los problemas que les afectan y los políticos que gestionan esos problemas. Hasta aquí me parece perfecto el trabajo que realizan los sociólogos, ya que las encuestas se presentan como un medio fiable para saber el estado de opinión de los ciudadanos y ciudadanas sobre un asunto concreto y las medidas que tendrían que tomar sus gobernantes, para que su situación cambiase (hemos de suponer que a mejor).
Pero la cosa empieza a no ser ni muy fiable ni muy científica, cuando de las respuestas dadas por los encuestados se pretende saber qué es lo que ocurrirá en un momento determinado, es tanto como pretender saber que número saldrá la próxima semana en el sorteo de lotería. Pero claro, generalmente quien encarga la encuesta (quien la paga) quiere jugar a saber qué es lo que va a ocurrir, sólo sobre la base de 2.000 o 1.500 encuestas realizadas sobre un censo de millones de votantes, así no encontramos que en provincias como la de Sevilla se pregunten sólo a 250 personas, que si se dividen entre hombres y mujeres, entre número de habitantes por municipios y entre tramos de edad, tenemos como resultado que lo que han dicho 10 jóvenes de Sevilla es la opinión de todos los jóvenes de Sevilla, y claro así el margen de error es muy elevado, pues las muestras son muy pequeñas y poco representativas del conjunto, esas encuestas sólo valen para saber qué es lo que piensan esos 10 jóvenes sobre un asunto en concreto pero no valdrían, o mejor dicho poco valen, para saber qué es lo que harían los jóvenes ante la urna el día de las elecciones.
Así quienes pagan las encuestas buscan influir en el estado de ánimo de los electores, con la intención de moverlo al voto o a la abstención el día de la votación. Por tanto no es de extrañar que esas encuestas estén “cocinadas” en busca del objetivo pretendido, según sea el caso.
El resultado cierto, es aquel que se produce una vez que cierran las urnas y empiezan los recuentos de votos y el escrutinio, hasta ese momento toda las encuestas se habrán quedado en papel mojado y habrán servido para que los equipos de campaña hayan ido haciendo su trabajo en función del estado de opinión de los electores.
No hay mejor encuesta que la que se produce del contacto diario con los vecinos y vecinas de nuestros pueblos y ciudades, y de ese encuentro en esta última semana de elecciones, podemos tener algunas cosas claras: la ciudadanía muestra síntomas de cansancio con respecto al PSOE después de 30 años de gobierno, por el contrario se sienten mayoritariamente de izquierdas y por consiguiente las políticas que está haciendo el PP en estos meses desde su llegada al Gobierno no les gusta y les produce desconfianza y miedo, otra cuestión que también tienen clara las y los andaluces es que Arenas y el PP no les genera la confianza necesaria y se preguntan ¿estaría dispuesto a comprarle un coche de segunda mano a Arenas? La respuesta hasta la fecha ha sido clara, no una, ni dos sino hasta tres veces, los andaluces y andaluzas han dicho NO, es muy difícil de entender que quien no generó confianza en el pasado lo haga en el presente y por tanto, es muy complicado que el resultado electoral del próximo 25 de marzo sea favorable a los intereses del PP y de Javier Arenas, pues desgraciadamente para ellos las encuestas no son más que juegos especulativos, a los que tan acostumbrados están en la derecha, la realidad a veces se les muestra tozuda y los que llevan años despreciando a los andaluces y andaluzas no pueden ahora pretender gobernar esta tierra desde la ilusión y el cariño mutuo.
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